Causalidad: Capítulo 4, La verdad siempre sale a la luz
Causalidad es una novela por entregas de misterio escrita por Carolina Santos. Cada semana publicaremos dos capítulos. El texto del capítulo siempre estará, pero además le acompañará el audiolibro de cada capítulo.
La verdad lo cambia todo
Capítulo 4: La verdad siempre sale a la luz
Todos los episodios:
Vale, lo reconozco.
Quizá fui demasiado impulsivo al besarla.
Pero sabía que no me lo podía pensar más.
Llevaba enamorado de Amelia casi cinco meses. Para mí era la primera vez que me gustaba una chica de verdad, hasta el punto de soñar con ella.
Así que cuando vi que estábamos Amelia y yo solos, y que había posibilidades de que ella sintiera lo mismo… Me lancé, con la mala suerte de que ella no me quería.
“Solo amigos” … Le dije que no importaba, que no significaba nada.
Estúpido…
En cuanto se fue, le di patadas a la roca hasta que me hice daño.
¿Y si perdía su amistad por esto? ¿Y si no me quería volver a ver?
Lo que más dolió fue lo de que tenía muy reciente lo de Mateo.
Eso significaba que aún le quería.
Que no le gustaba yo.
Acabó anocheciendo, así que me adentré en el pueblo para coger el tren de vuelta a mi barrio, Vallecas.
De camino me encontré a mucha policía, rodeando una casa. Como cotilla que soy, me acerqué a ver qué pasaba.
Escuché a una mujer llorando, y vi a una chica de más o menos mi edad subiendo al furgón policial.
Al girar la cabeza, la reconocí.
– ¡Amelia! – grité, pero ella no me oyó.
Me abrí paso entre la multitud de curiosos hasta que un policía me paró.
– Eh chico, no entorpezcas a los agentes.
– ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué la detienen? – pregunté, alarmado.
Una señora me respondió, a mi lado:
– Es por asesinato. Si es que ya lo dije yo – se quejó – no debían haberla soltado…
Me quedé estupefacto. Empecé a gritar, dejándome la voz:
– ¡Amelia no ha hecho nada! ¡Yo estaba con ella! ¡Lo juro! Déjame hablar con el inspector, por favor.
El policía me miró de arriba abajo. Después de pensárselo mucho, me acompañó a ver al jefe de la investigación.
– Soy la coartada de Amelia, estaba con ella en el momento de los hechos. Lo prometo.
El inspector, un hombre alto de unos sesenta años, me contestó:
– Está bien. Vente a comisaría a decir todo lo que sabes.
Después de esperar durante más de dos horas, me hicieron pasar a una sala con varios policías.
– Bien – comenzó el inspector, cerrando la puerta – Así que dices que estuviste con la acusada durante todo el día, ¿no es así?
Asentí.
Sacó una hoja de una carpeta que tenía.
– Alejandro Gómez, ¿ese eres tú? – tras mi consentimiento, continuó leyendo la hoja – detenido varias veces por tráfico de drogas (suerte que no te pillaron con la mercancía encima), y has estado casi un año en el Reformatorio por robo de automóviles. Interesante expediente, ¿no crees?
Entonces comprendí que nadie me haría caso. Que mi pasado como criminal de tercera no me dejaría salvar a Amelia.
Aun así, lo intenté.
Le conté con todo lujo de detalles lo que habíamos hecho ese día, mañana y tarde. Cuando le dije que habíamos ido al campo, me preguntó, casi sin prestar atención:
– ¿Os vio alguien?
– No creo, era el campo.
Me miró con pena.
– ¿Y seguro que fuisteis al campo? Piensa que mentir a la policía conlleva una pena de hasta dos años de prisión.
No pude aguantar más y perdí la calma.
Di un golpe en la mesa.
– Digo la verdad, joder. Y porque Amelia haya estado en el Reformatorio no significa que sea capaz de matar a alguien…
– Cuida tu lenguaje – me dijo el inspector, enfadado- ¿no te contó tu amiguita por qué estuvo condenada a dos años en el Reformatorio?
Me di cuenta de que Amelia jamás me había contado las razones por las que la habían encerrado, aunque insistió siempre en que no era culpable. Yo siempre supuse que era por algo relacionado con robo.
¿Pero y si…?
– Tu amiga – continuó el inspector, al ver que no respondía – fue acusada de asesinato, y condenada al encontrar pruebas irrefutables de que había cometido el crimen.
– ¿Qué? – no me lo creía.
– … Y da la casualidad de que justo al segundo día de haber salido de prisión, aparece muerta una chica que tiene relación con el primer asesinato.
Antes de opinar sobre el tema, necesitaba saber la versión de Amelia.
– Necesito hablar con ella, por favor.
El policía se apiadó de mí y me llevó hacia donde estaba ella retenida.
Cuando la vi, intenté no mirarla con miedo.
Solo había conocido a una persona acusada de asesinato, y era un amigo de mi hermano que me daba pánico.
Pero yo sabía que Amelia no lo había hecho. Amelia no era capaz de matar.
¿Verdad?
Me acerqué corriendo y la abracé, intentando ignorar lo que ya sabía.
– ¿Cómo estás?
Ella abrió mucho los ojos.
– ¿Qué haces aquí?
– Te voy a sacar de aquí, te lo prometo.
A ella se le iluminó la mirada. Se movió hacia mí y yo, por instinto retiré la mano.
Amelia lo percibió. Me miró a los ojos, con pánico.
– Oh – murmuró – te lo han contado.
Una lágrima rodó por su mejilla.
– No me crees, ¿verdad?
Yo no sabía qué decir. Estaba hecho un lío: por un lado, la razón me decía que tenía que haber sido ella. Pero el corazón me aseguraba que Amelia no era capaz de hacer algo así.
Suspiré.
Escucharía a mi corazón.
– Amelia, necesito que me cuentes lo ocurrido hace dos años con todo lujo de detalles.
CONTINUARÁ…
Escritora: Carolina Santos
Narradores: Carolina Santos y Rocky Rocker